martes, 3 de julio de 2007

Mas de Leibniz

En la filosofía de Leibniz se refleja la influencia de los grandes contemporáneos, Descartes, Spinoza, Huygens, de los avances crecientes de la ciencia moderna y hasta de las matemáticas, a cuyo desarrollo contribuye positivamente. Cree, no obstante, en una philosophia perennis (expresión suya), representada por la pervivencia de los grandes temas de la filosofía sobre todo antigua y medieval, y ve amenazados algunos supuestos cardinales de este pensamiento, como son la visión teleológica del universo, comprometida por el mecanicismo creciente, y la idea de sustancia, base del concepto de realidad, debilitada justamente por la postura de Descartes o las ideas atomistas de la física corpuscular. Los átomos no se compaginan con el finalismo del
universo y la sustancia extensa de Descartes -entidad meramente matemática, carente de fuerza y energía-, quien asume también el mecanicismo, no hace sino crear problemas y dificultades a la relación mente y cuerpo.


1. La sustancia


La realidad no es ni una cosa ni otra; todo lo extenso es divisible y la extensión no es más que un concepto útil, pero no último (phaenomenon bene fundatum: un fenómeno bien fundado); la misma noción de átomo extenso es contradictoria. Ambas nociones no pueden aplicarse más que a fenómenos. La realidad -a ello le lleva la importancia cada día mayor del concepto de «fuerza», o energía, y hasta el haber descubierto un «error» en las teorías de Descartes (ver texto )- es algo metafísico, del que todo lo demás, como por ejemplo, la extensión, el movimiento, la inercia, la resistencia, la impenetrabilidad, la cohesión o cualquier actividad de los cuerpos es manifestación fenoménica. Esta realidad última no puede ser sino inespacial, simple, indivisible, no material y una, puesto que lo que es ha de ser propiamente uno; es «fuerza», energía: la sustancia es principio de fuerza, y aun fuerza capaz de desarrollarse según la plenitud de potencialidad inherente a la propia naturaleza (como la entelequia de Aristóteles). Una concepción de la sustancia que no está muy lejos de la idea de «forma sustancial» de Aristóteles, que él mismo pretende rehabilitar. Estos centros de fuerza o energía, que llama «mónadas», son infinitos en número, y cada uno de ellos es un individuo, distinto, independiente de cualquier otro e indestructible -como el concepto tradicional de «alma», cuyo lugar ocupa- y teleológicamente orientado, que tiene la capacidad de reflejar en sí, como en un espejo, todo el universo (ver cita). Este conjunto de reflejos del universo está constituido por las percepciones propias de cada mónada, a las que se añade la apercepción, o conciencia, de la propia actividad en aquellas mónadas que se consideran conscientes (ver texto ).La actividad que despliegan las mónadas no se explica por el principio de causalidad, sino por el de finalidad: su fuerza está en su tendencia a actuar, en su apetito, o apetencia; en su mundo hay finalidad y no mecanicismo: es un mundo, por tanto, psíquico (panpsiquismo). La unidad que les es propia es causa también de su independencia: no pueden comunicarse entre sí, puesto que son sujetos con una actividad sólo inmanente; por esto, dice Leibniz metafóricamente, «las mónadas carecen de ventanas», por las que algo pueda entrar o salir. Así pretende solucionar la cuestión pendiente en el racionalismo de la interacción de las sustancias entre sí. No aceptando el dualismo de Descartes ni el ocasionalismo de Malebranche, se decide por una armonía preestablecida por Dios al crear el universo, que pone en marcha todas las sustancias y sus cambios para que armonicen entre sí percepciones y apercepciones.Definida la sustancia como inextensa, los cuerpos son, sin embargo, extensos en cuanto son manifestaciones de las mónadas: «fenómenos bien fundados». Son fenómenos porque no son seres verdaderos; no son verdadero ser, porque sólo lo es la sustancia, aunque no son meras apariencias, porque a éstas nada corresponde en la realidad, mientras que a los fenómenos bien fundados les corresponde ser manifestación de la sustancia. Es posible coordinarlos entre sí mediante las leyes generales de los cuerpos, o de la naturaleza. Espacio y tiempo son, en cambio, meras relaciones entre fenómenos.Lo que existe es, pues, o sustancia o fenómeno; mónadas, unas e indivisibles, o compuestos y agregados extensos.

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