lunes, 16 de mayo de 2016

JILL STARTER Lo que estamos intentando comprender es si en un Universo tan enorme estamos realmente solos.


Su vida sirvió de modelo a Carl Sagan para escribir su novela “Contact”, llevada después al cine por Robert Zemeckis y protagonizada por Jodie Foster. Jill Tarter creció fascinada por la posibilidad de que “ahí fuera” hubiera civilizaciones inteligentes con las que podríamos, algún día, entrar en contacto. Pionera del Instituto SETI y brillante Astrofísica, la mirada de la investigadora sigue brillando con la esperanza de captar una señal inequívoca que demuestre que no estamos solos en el Universo. Tarter ha viajado a Madrid para presentar la nueva Edición de Starmus, el festival científico que, entre el 27 de junio y el 2 de julio, reunirá en Tenerife y La Palma a 11 premios Nobel y en el que ella misma participará con una charla sobre vida extraterrestre. Para la investigadora, la posibilidad de que estemos solos en un Universo tan grande resulta del todo impensable. Porque si así fuera, como decía Jodie Foster en “Contact”, “cuánto espacio desaprovechado”.Lleva usted muchos años dedicada a la búsqueda de señales inteligentes fuera de la Tierra, pero por desgracia no ha tenido éxito hasta ahora. ¿Cómo afecta eso a su trabajo diario? ¿Se siente quizá algo decepcionada?
-No, en absoluto. Mi trabajo es, y sigue siendo, inspirador y emocionante. Lo que estamos intentando comprender es si en un Universo tan enorme estamos realmente solos. Suponga que queremos saber si en el océano hay peces, y para ello cogemos un vaso y tomamos una muestra de agua. Lo más probable es que no haya ni un solo pez dentro del vaso, pero eso no significa que en el océano no haya peces. Con el Universo ocurre lo mismo. No podemos estar solos en un Universo tan enorme. Lo que yo hago podría cambiar el futuro de la Humanidad. Hemos de adoptar una perspectiva cósmica que nos permita afrontar la presencia de otros seres en el universo.
Nadie duda de la existencia de vida en un Universo tan grande. Sin embargo, la enormidad de las distancias, la Relatividad, el tiempo necesario para viajar o enviar señales, hacen que una comunicación sea extremadamente difícil…
-Sí, es cierto. Si enviamos un “hola” a una estrella que esté, por ejemplo, a 30 años luz, nuestra señal tardará 30 años en llegar a esa estrella. Si la recibe alguien y nos contesta, la respuesta tardará otros treinta años más en regresar hasta nosotros… Para estrellas más distantes o para otras galaxias, los tiempos se disparan, y las señales pueden tardar miles, incluso millones de años en llegar a su destino. Evidentemente, una comunicación así es imposible, pero yo me refiero a otra clase de comunicación.
¿Otra clase de comunicación?...
-Sí. Si leemos, por ejemplo, un texto de la antigua Roma, o de la antigua Grecia, o una obra de Shakespeare, podemos aprender de ese texto cómo era la vida en esos lugares y en aquellas épocas. Esa información, esa comunicación, ha llegado hasta nosotros a través del tiempo, incluso sin que nosotros hayamos tenido que responder o preguntar nada. Es una comunicación de un solo sentido, pero aún así podemos aprender mucho de ella.
Es decir, que lo que usted intenta es captar una transmisión inteligente, no establecer un diálogo. Una transmisión que nos legue del pasado.
-Claro. Si captamos una señal de un mundo que está, digamos, a cien mil años luz, significa que lo que contiene esa transmisión tiene cien mil años de antigüedad, que es el tiempo que ha tardado la señal en llegar hasta aquí. Pero aún así podemos aprender muchísimo de ella. Incluso si no consiguiéramos descodificar y comprender el contenido de ese mensaje, seguiría siendo importante, porque aprenderíamos que es posible sobrevivir como civilización durante un largo periodo de tiempo. Nosotros somos muy jóvenes en esta galaxia tan antigua, y no sabemos cuánto tiempo podemos durar.
También es posible que una hipotética civilización inteligente no sea contemporánea a la nuestra, sino que haya existido en el pasado, hace miles de millones de años, incluso antes de nuestra existencia como especie…
-Cierto. Por eso nos fijamos más en el espacio cercano, donde pueda haber civilizaciones que coincidan en el tiempo con la nuestra. Pero si logramos detectar algo, por muy lejos que esté, sabremos que es posible perdurar en el tiempo.
Y con respecto a una comunicación clásica, con un interlocutor que nos responde y que nos pregunta, ¿Cree que será posible en algún momento?
-Es muy complicado, para eso tendríamos que encontrar y dominar una nueva física que hoy aún no hemos descubierto ni comprendido. Ni siquiera Stephen Hawking lo ha hecho aún (risas).
¿Cree usted que encontraremos esa nueva física y que podremos, en el futuro, comunicarnos e incluso viajar a otras estrellas?
-Sería posible si lográramos controlar una enorme cantidad de energía. La teoría nos dice que el espacio se curva y se deforma, por lo que podríamos “doblar” el espacio, de forma que dos puntos muy alejados se tocaran entre sí, como cuando doblamos una hoja de papel en la que hemos dibujado un punto en cada extremo. Si lográramos hacer eso podríamos viajar a cualquier parte. Es difícil saber lo que nos deparará la física del futuro, ni predecir cuáles serán los avances tecnológicos que esa nueva física nos podría permitir. Hoy por hoy algo así es impensable, y necesitamos comprender aún muchas cosas, y trabajar mucho para emprender ese camino. De ello depende el futuro de nuestro planeta y el nuestro.
¿Piensa que alguien, en alguna parte, está intentando establecer comunicación tal y como usted lo hace?
-Nuestra galaxia mide unos 100.000 años luz de extremo a extremo, lo que significa que la luz, a 300.000 km. por segundo, tarda cien mil años en cruzarla. Y contiene más de 100.000 millones de estrellas. Además, aparte de la nuestra, hay miles de millones de otras galaxias ahí fuera. Quién sabe cuántas civilizaciones estarán tratando de establecer contactos. Por desgracia, lo único que podemos hacer nosotros por ahora es observar, seguir observando en nuestro vecindario y mantener la esperanza de captar algo.
¿Ha tratado de imaginar alguna vez qué aspecto tendría un ser inteligente no humano?
-La vida puede presentarse de muchas formas diferentes, pero por ahora sólo podríamos encontrar a alguien que, como nosotros, hubiera construido instrumentos capaces de enviar y transmitir señales que nosotros podamos detectar.
¿Cómo imagina usted que se produciría ese primer contacto?
-Podría llegar gracias a alguno de los instrumentos ya existentes, con los que se captan señales ópticas o de radio, pero también a través de los que otros astrónomos están construyendo en estos momentos para observar el Universo de formas muy diferentes. Podríamos llevarnos una sorpresa con algo que cualquiera de ellos descubra, como una anomalía imposible de explicar por causas naturales. La atmósfera de la Tierra, por ejemplo, sólo contiene oxígeno desde hace unos 2.000 millones de años. Ese oxígeno fue creado por cianobacterias, pequeños microorganismos que cambiaron profundamente la “firma” de nuestro planeta e hicieron de nuestra atmósfera algo muy diferente de las de otros mundos del Sistema Solar. Buscar con los grandes telescopios una firma similar podría ser una buena forma de encontrar vida. Porque es la vida misma la que, con su presencia, está lanzando un mensaje al espacio.
Hace apenas unos días, la NASA anunció la confirmación de 1.284 nuevos planetas más allá del Sistema Solar. ¿Cómo influye el continuo hallazgo de exoplanetas en su trabajo? Seleccionan ustedes sus objetivos a partir de las listas de nuevos mundos confirmados?
-Sí, es algo fantástico. Eso nos ayuda muchísimo a decidir dónde queremos mirar. Hoy podemos decir sin miedo a equivocarnos que hay más planetas que estrellas en nuestra galaxia, por lo que prácticamente cada estrella tiene uno o más mundos a su alrededor.
Y algunos de ellos, además, en las zonas habitables de sus estrellas, a la distancia justa de ellas para que pueda existir agua líquida…
-Sí, pero nosotros los miramos todos, porque cuando usas un radiotelescopio, lo ves todo en una zona muy amplia de cielo. Así que miramos a todos los sistemas y no a mundos concretos. Además, es posible que lo más interesante no esté en un planeta, sino en alguna de sus lunas. Aquí, en el Sistema Solar, varias lunas de Júpiter y Saturno nos han dado la sorpresa de que cuentan con grandes océanos bajo sus superficies, enormes masas de agua en las que podría haber vida. No la clase de vida capaz de transmitir una señal, pero vida después de todo.
¿Entonces, en base a qué deciden dónde es mejor buscar esas señales?
-Ahora que sabemos que prácticamente todas las estrellas tienen planetas, hemos decidido cambiar, hace apenas unas semanas, nuestra metodología, y hemos empezado a centrarnos en las estrellas que están más cerca de nosotros. En los próximos dos años estudiaremos unas 20.000 estrellas, la mayor parte de ellas pequeñas y mucho menos brillantes que el Sol. No conocemos bien las condiciones físicas de cada una de esas estrellas, ni si todas tienen planetas alrededor, o si son o no adecuadas para la vida. Por eso hemos decidido centrarnos en las que tenemos más cerca